La Eucaristía es el sacrificio mismo del Cuerpo y de la Sangre del Señor Jesús, que Él instituyó para perpetuar en los siglos, hasta su segunda venida, el sacrificio de la Cruz, confiando así a la Iglesia el memorial de su Muerte y Resurrección. Es signo de unidad, vínculo de caridad y banquete pascual, en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la vida eterna. Jesucristo está presente en la Eucaristía de modo único e incomparable. Está presente, en efecto, de modo verdadero, real y sustancial: con su Cuerpo y con su Sangre, con su Alma y su Divinidad. Cristo, todo entero, Dios y hombre, está presente en ella de manera sacramental, es decir, bajo las especies eucarísticas del pan y del vino. Cristo: Dios y hombre. La Eucaristía es el banquete pascual porque Cristo, realizando sacramentalmente su Pascua, nos entrega su Cuerpo y su Sangre, ofrecidos como comida y bebida, y nos une con Él y entre nosotros en su sacrificio.

La Eucaristía es el centro y el motor de toda la actividad de la parroquia. Nunca debemos cansarnos de profundizar en el misterio que encierra, que es la presencia real del mismo Cristo ofreciéndose al Padre para nuestra salvación. Él nos ilumina con su Palabra, viene al altar y se nos da en alimento para que nunca más tengamos hambre.

La Eucaristía en la Palabra de Dios:

«Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y, pronunciando la Acción de Gracias, lo partió y dijo: “Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía”. Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: “Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía”».

1 Cor 10, 23-25

La Eucaristía en el Magisterio de la Iglesia:

«La Eucaristía es fuente y culmen de toda vida cristiana. En ella se alcanzan su cumbre la acción santificante de Dios sobre nosotros y nuestro culto a Él. La Eucaristía contiene todo el bien espiritual de la Iglesia: el mismo Cristo, nuestra Pascua. Expresa y produce la comunión en la vida divina y la unidad del Pueblo de Dios. Mediante la celebración de la Eucaristía nos unimos a la Liturgia del cielo y anticipamos la vida eterna».

cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1324-1326

La Eucaristía en los escritos de la Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia:

«Y la presencia real de Jesús, dándoseme en comida y en bebida y haciéndome saltar de gozo en el Espíritu Santo, me repleta tanto, que se llenan todas las apetencias de mi corazón; porque poseo al Todo en mi nada en requiebros de amores eternos, que introduciéndome en sus pensamientos divinos, ilumina mi pobre entendimiento; sabiendo a qué sabe Dios y gustando en intimidad de familia de la misma vida que Dios vive en deletreo profundo de íntimos y dichosísimos requiebros de amor entre Dios y su pequeña Trinidad de la Santa Madre Iglesia…

Y porque mi fe se me hace viva y vivificante, en el Sacramento de la Eucaristía busco a Jesús Sacramentado, «como la cierva busca las aguas del cristalino arroyo»; para saturarme, en la cercanía del Esposo divino de mi alma, del gozo dichosísimo de su presencia tras las puertas del sagrario, donde se oculta el Dios vivo durante todos los tiempos por si alguno viene a verle.

Y en su compañía y apoyada en su pecho, como el Apóstol San Juan en la última Cena, repleto toda la necesidad como insaciable de amar y de ser amada, que Dios puso en el corazón del hombre para poseerle repletándole con su llenura».

Yo tengo fe, Opúsculo nº 17, pp. 31-32,
Colección: “Luz en la noche – El misterio de la fe dado en sabiduría amorosa”

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