‘Nuestra Señora de la Merced. Madre de Misericordia’, carta pastoral del Arzobispo de Sevilla
Mirando el rostro de Jesucristo crucificado, cuando estamos tristes encontramos espacio, paz y consuelo. Junto a sus llagas hemos de poner nuestras heridas, dolores, pecados y yerros. Allí serán curados, lavados, transformados y resucitados, puesto que Él murió por nosotros para darnos su mano y levantarnos.
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