El Bautismo perdona el pecado original, todos los pecados personales y todas las penas debidas al pecado; hace participar de la vida divina trinitaria mediante la gracia santificante, la gracia de la justificación que incorpora a Cristo y a su Iglesia; hace participar del sacerdocio de Cristo y constituye el fundamento de la comunión con los demás cristianos; otorga las virtudes teologales y los dones del Espíritu Santo. El bautizado pertenece para siempre a Cristo: en efecto, queda marcado con el sello indeleble de Cristo.

No hay nada más grande que ser Iglesia. Por eso, no hay día más grande que aquél en el que empezamos a ser Iglesia, hijos de Dios en el Hijo, miembros de su cuerpo místico y herederos de la vida divina. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo vienen ese día y establecen su morada en nuestra alma; no hay ni puede haber nada más importante.

El Bautismo en la Palabra de Dios:

«Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo».

Mateo 28, 19-20

El Bautismo en el Magisterio de la Iglesia:

«El primer sacramento de la iniciación recibe, ante todo, el nombre de Bautismo, en razón del rito central con el cual se celebra: bautizar significa “sumergir” en el agua; quien recibe el Bautismo es sumergido en la muerte de Cristo y resucita con Él “como nueva criatura” (2Co 5, 17). Se llama también “Baño de regeneración y renovación en el Espíritu Santo” (Tt 3, 5), e “Iluminación”, porque el bautizado se convierte en “Hijo de la la Luz” (Ef 5 ,8)».

cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1214-1216

 

«Los padres tienen obligación de hacer que los hijos sean bautizados en las primeras semanas; cuanto antes después del nacimiento, e incluso antes de él acudan al párroco para pedir el sacramento para su hijo y prepararse debidamente».

Código de Derecho Canónico, c. 867 §1

El Bautismo en los escritos de la Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia:

«Es la Iglesia la que, mediante el Bautismo, llena la capacidad que Dios puso en ti para ser hijo suyo. Es el Bautismo la puerta que te introduce en el seno de tu Padre Dios y te hace partícipe de la Familia Divina, mediante la unción de la Divinidad, que, al caer sobre ti, te hace tener un sacerdocio místico, recibido del Sumo y Eterno Sacerdote, y que, por tu filiación divina, has de vivir en su máxima perfección.
¡Si supieras, […] el gran misterio que la Divinidad te comunica el día en que, por medio de la Iglesia, pasas a ser hijo de Dios y heredero de su gloria…! La Trinidad eterna, en su virginidad oculta y misteriosa, se derrama hacia ti, de forma que las tres divinas Personas, morando en tu interior, son el eterno Viviente en tu alma pequeñina de cristiano».
«Mediante el Bautismo, tú pasas a ser hijo de Dios y entras en una comunicación familiar con el eterno Viviente, dentro de ti, en sus Tres; eres ungido con un sacerdocio místico, pero vivo, que te hace ser, con Cristo, mediador, intercesor y comunicador de la vida divina a los hombres…»

Yo tengo fe, Opúsculo nº 17, pp. 14-15,
Colección: “Luz en la noche – El misterio de la fe dado en sabiduría amorosa”

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