La Iglesia acoge en su seno a las personas con discapacidad como un don de Dios para la manifestación de su gratuidad y de su amor por la humanidad. Ellas son parte activa en la Iglesia. En ellas se ve claramente cómo el Señor obra maravillas en quien se abre a la acción de su gracia divina.
Para adecuar el proceso de Iniciación Cristiana a las personas con discapacidad, se recomienda mantener un diálogo con el sacerdote solicitándolo en el Despacho parroquial.