El efecto de la Confirmación es la especial efusión del Espíritu Santo, tal como sucedió en Pentecostés. Esta efusión imprime en el alma un carácter indeleble y otorga un crecimiento de la gracia bautismal; arraiga más profundamente la filiación divina; une más fuertemente con Cristo y con su Iglesia; fortalece en el alma los dones del Espíritu Santo; concede una fuerza especial para dar testimonio de la fe cristiana; y culmina, normalmente, la iniciación cristiana.

La Confirmación en la Palabra de Dios:

«Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente, se produjo desde el cielo un estruendo, como de viento que soplaba fuertemente, y llenó toda la casa donde se encontraban sentados. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se dividían, posándose encima de cada uno de ellos. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía manifestarse».

Hechos de los Apóstoles 2, 1-4

La Confirmación en el Magisterio de la Iglesia:

«El sacramento de la confirmación, que imprime carácter y por el que los bautizados, avanzando por el camino de la iniciación cristiana, quedan enriquecidos con el don del Espíritu Santo y vinculados más perfectamente a la Iglesia, los fortalece y obliga con mayor fuerza a que, de palabra y obra, sean testigos de Cristo y propaguen y defiendan la fe».

Código de Derecho Canónico, c. 879

 

«Los fieles están obligados a recibir este sacramento en el tiempo oportuno; los padres y los pastores de almas, sobre todo los párrocos, procuren que los fieles sean bien preparados para recibirlo y que lo reciban en el tiempo oportuno».

Código de Derecho Canónico, c. 890

La Confirmación en los escritos de la Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia:

«Yo tengo fe… Y creo asimismo que, para que nada les faltara a los Apóstoles en la misión salvadora que, sobre la humanidad caída, el divino Maestro les encomendó, Cristo, en Pentecostés, hizo recaer sobre ellos en compañía de María, Madre sacerdotal, los dones, frutos y carismas del mismo Espíritu Santo; que se nos da por medio de la Confirmación para el fortalecimiento y robustecimiento de nuestra vida de fe, esperanza y caridad.

“Una vez que comían juntos les recomendó: ‘No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que Yo os he hablado. Juan bautizó con agua; dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo’”.

“Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines del mundo”».

Yo tengo fe, Opúsculo nº 17, pp. 21 ss.,
Colección: “Luz en la noche – El misterio de la fe dado en sabiduría amorosa”

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