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Texto íntegro del discurso de acción de gracias de monseñor Teodoro León, al término de la ceremonia de ordenación episcopal celebrada en la Catedral de Sevilla:

El Señor Jesús, nuestro Salvador y Redentor, me ha elegido para ser sucesor de los Apóstoles. Mi respuesta, ante este nuevo ministerio, está llena de confianza y esperanza porque, como en el día de mi ordenación sacerdotal, a Jesús le basta mi pobre amor, y, conociendo todas mis miserias, me dice de nuevo, como le dijo a San Mateo: “Sígueme”.

Soy consciente de que recibo el ministerio episcopal en unos tiempos que no son fáciles para la Iglesia. Se extiende el horizonte de la superficialidad y de la indiferencia religiosa en la vida de muchas personas, crece la increencia y el secularismo, es frecuente la ridiculización de la Iglesia y hasta la persecución de los cristianos, que en muchos países entregan su vida por su fe.

El Señor llama al Obispo personalmente, no para trabajar solo, sino para que forme parte del Colegio Episcopal, que sucede a los Doce. Y entre nosotros hay uno que nos preside, guía y confirma: el Santo Padre, Francisco, que ocupa el lugar del Apóstol Pedro. Señor Nuncio Apostólico de Su Santidad, haga llegar al Papa mi afecto filial y mi gratitud más sincera por la confianza que me ha manifestado llamándome a este ministerio; y mi propósito de trabajar, bajo la guía de nuestro Arzobispo, con fidelidad a su magisterio.

Gracias a Ud. Sr. Arzobispo, querido D. José Ángel, por todo el cariño e interés que ha puesto para que sea su obispo auxiliar. Lo recibo como continuación de la confianza con la que me ha distinguido desde que tomó posesión de la Archidiócesis de Sevilla, incluso en la renovación de mi cargo como vicario general, y, sin duda, como prenda del afecto fraterno y la ayuda que me ofrecerá en el camino del servicio episcopal que hoy inicio.

Me dirijo con afecto a los señores Obispos, que hoy nos honran con su presencia en esta celebración y expresan nuestra comunión afectiva y efectiva en el Colegio Episcopal. Saludo también a los señores Obispos del Sur de España. Gracias por vuestra acogida fraterna, que me habéis dispensado desde el primer momento que fui nombrado secretario general de la Asamblea de los Obispos del Sur de España.

Cuando valoro mi entrega a Cristo, mi pensamiento se dirige a mi familia; a mis profesores de Cáceres, Sevilla y Roma; a la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos, que dirige en Roma el Pontificio Colegio Español de San José, donde residí durante cinco años; al Instituto Religioso de las Hermanas de la Compañía de la Cruz, mi segunda familia; al Instituto Religioso Esclavos de María y de los Pobres, donde recibí el cimiento de la formación cristiana y cuyo fundador está en proceso de canonización; al Cardenal Amigo Vallejo, a Mons. Juan José Asenjo Pelegrina y Mons. Santiago Gómez Sierra.

Asimismo, cómo no recordar el servicio pastoral que he prestado en las parroquias de Guadalema de los Quintero, El Torbiscal, El Palmar de Troya, Trajano, Trobal, Pinzón, San Isidoro, de la ciudad de Sevilla; en la Iglesia Colegial del Divino Salvador, en la Asociación de Fieles de la Virgen de los Reyes y San Fernando, en la Adoración Nocturna masculina y femenina, en la curia diocesana y en toda la Archidiócesis. Agradezco de corazón las representaciones de los lugares citados, que Dios os lo pague.

Y a vosotros, hermanos canónigos del Excelentísimo Cabildo Catedral, a los cantores, a la coral, que dirige don Herminio, a los sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas, contemplativas, especialmente las dominicas, jerónimas, carmelitas, agustinas, clarisas y cistercienses, que durante muchos años me habéis encomendado al Señor y seguiréis haciéndolo; a los seminaristas, a la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, a la Orden de San Clemente y San Fernando, a la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría de Sevilla; movimientos y asociaciones, hermandades y cofradías, familias cristianas, fieles todos, solo puedo deciros esto: aquí estoy para serviros con el ministerio episcopal recibido, bajo la guía de nuestro Arzobispo.

Saludo también con respeto a las autoridades civiles, militares, judiciales y universitarias de la Comunidad Autónoma de Andalucía, de la provincia y de la ciudad de Sevilla que tan amablemente habéis querido acompañarnos.

Seguid pidiendo conmigo al Señor para que por intercesión de los santos hispalenses, Santa Ángela de la Cruz, Santa María de la Purísima, el Venerable padre José Torres Padilla y la asistencia materna de la Santísima Virgen María, invocada en Sevilla con el dulce nombre de la Virgen de los Reyes, sepa servir a esta Iglesia diocesana y a la Iglesia universal. Amén.

 

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