El pasado 20 de Febrero, nuestra Parroquia peregrinó a la S. I. Catedral para ganar el Jubileo. Quizás nos puede ayudar esta breve explicación que se dio este día, para aprovechar las gracias que, a lo largo de todo el Año, y durante toda nuestra vida, el Señor derrama sobre nosotros para que “todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad” (1 Tim 2,4)

EXPLICACIÓN DEL SIGNIFICADO
DE LA PUERTA SANTA
Y
LAS INDULGENCIAS

Nos ha convocado el Señor en este Año Santo de la Misericordia y hemos venido con el deseo de recibir las gracias que Él quiere derramar sobre nosotros, para que nos volvamos a Él, para que le encontremos, para que vivamos más unidos a Él.

Tenemos todos una gran alegría, una gran esperanza, … pero quizás muchos nos preguntamos:

Pero, ¿por qué eso de ”pasar la Puerta Santa”?, y ¿qué son en realidad las Indulgencias?

La Puerta Santa es todo un símbolo que Jesús se aplica a Sí mismo:

“Yo Soy la Puerta; todo el que entrare por Mí se salvará” (Jn 10, 9).

Dios, después de separarnos nosotros de Él y decirle “que no”, Dios mismo se hizo Hombre, para unir de nuevo al hombre con Él, y trazó un puente: Cristo Jesús, Dios y Hombre, que ya nada ni nadie podrá romper.

“No se nos ha dado bajo el cielo otro nombre que nos pueda salvar” (Hech 4,12).

La Iglesia es la prolongación de Cristo durante todos los tiempos, Dios y los hombres unidos por medio de Jesús, en el Seno de María para siempre. Cristo y la Iglesia es una misma realidad. Todas las frases que Cristo dice de Él, las podemos aplicar a la Iglesia.

Por eso, llegamos a la salvación si pasamos por la Puerta que es Cristo, que es la Iglesia.

Y las Indulgencias, ¿qué son?

Todos, todos, tenemos dentro de nosotros esa “lacra” que nos deja el pecado, esa inclinación torcida, que en unos será el orgullo o la soberbia, en otros la ira, la envidia, la lujuria, …

La Confesión nos perdona los pecados que cometemos, pero seguimos teniendo esa inclinación torcida, esa tendencia fácil al mal (“no hago el bien que quiero sino el mal que aborrezco” Rom 7,19). Y esto lo tenemos que purificar para llegar al Cielo, para llegar a unirnos plenamente con Dios con el alma limpia (“con el blanco traje de bodas”).

Las Indulgencias van quitando o lavando esa purificación que merecíamos. Esta purificación, después de la muerte, es el Purgatorio. Aquí, mientras vivimos en la tierra, nos purifican: la paciencia en los sufrimientos y enfermedades, en definitiva: ”la cruz”, material o espiritual; y nos purifica: el amor, por encima de todo.

La Iglesia nos ayuda en esta necesidad de purificarnos y limpiarnos, sacando de su tesoro espiritual modos y maneras para que las aprovechemos. Por la Comunión de los Santos, la misma vida corre por Cristo y por todos sus miembros, que somos nosotros, y por eso su Sangre, los méritos de los Santos, … hacen que nos beneficiemos nosotros, u otra persona por la que pidamos y lo necesite, viva o difunta.

Siempre son signos o cosas sencillas hacia fuera, como en los Sacramentos: en el Bautismo vemos al agua, en la Eucaristía vemos el pan y el vino, … Pero encierran una gran realidad: que nos hacemos hijos de Dios, que recibimos el Cuerpo y la Sangre de Cristo, … Pues ahora, el acto sencillo de pasar la Puerta Santa, nos purificará y nos unirá más a Dios … si lo hacemos con las condiciones y preparación debidas:

• Estar en gracia de Dios, recibiendo el Sacramento de la Penitencia.
• Rezar por las intenciones del Papa.
• Y lo más importante: la postura de nuestra alma. Amar a Dios por encima de todo, con amor puro, que es alegrarnos de que Él sea lo que Es; rechazando todo pecado, y confiando totalmente en Él, con el propósito de buscar cumplir siempre su Voluntad.

Vamos a vivir intensamente esta gracia, sabiendo que Dios nos abrirá La Puerta de su Misericordia Infinita.